El
domingo 21 de noviembre de 2011, en el marco de la Cumbre Climática Mundial de
Alcaldes (CCLIMA), celebrada en México, se presentó por vez primera el Green
City Index (GCI) de Latinoamérica, clasifica a Curitiba, con 1,7 millones de
habitantes, como la única ciudad que ubicada "muy por arriba" del
promedio en cuanto a normas medioambientales.
Sólo
por mencionar algunas plataformas ambientales: el Jardín Botánico, el bosque
Zaninelli, Parque de Sai Lourenco, Parque Tangua, Parque Tingui o el Parque
Barigui, son referencias de esta distinción para Curitiba.
Seguida
de ella, en el segundo de los cinco niveles, se ubicaron otro grupo de urbes
como Bogotá y las brasileñas Brasilia, Belo Horizonte, Río de Janeiro y Sao
Paulo. Resultados "aceptables" en la clasificación los obtuvieron la
colombiana Medellín, la capital mexicana, Puebla y Monterrey, la brasileña
Porto Alegre, Quito, la capital de Ecuador, y Santiago de Chile, colocadas en
el tercer nivel.
Por
"debajo de la media", el cuarto nivel en términos ambientales,
estuvieron Buenos Aires y Montevideo, mientras que Guadalajara y Lima obtuvieron
un nivel "muy por debajo" de la media.
Metodología Empleada
La
metodología, desarrollada por la EIU en cooperación con Siemens y The Economist
con el apoyo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE) y el Banco Mundial (BM), se construyó sobre el trabajo ya realizado para
el Índice de Ciudades Verdes de Europa por lo que mantiene la misma estructura.
Sin embargo, para que pueda tener validez en América Latina, se adaptó y
acomodó considerando variaciones en cuanto a la calidad y disponibilidad de
datos y los desafíos ambientales específicos de la región.
Un
panel independiente de expertos internacionales en el campo de sustentabilidad
urbana aportó reflexiones y retroalimentaciones importantes para la
construcción del Índice. Igualmente, dada la gran preocupación respecto a la
confiabilidad y comparabilidad de los datos, se determinó que el Índice
presentara los resultados en bandas de puntaje en relación al promedio.
Para
evaluar las ocho categorías definidas se conformaron 31 indicadores
individuales. De estos, 16 son de carácter cuantitativo, por lo que miden la
manera en la que se desempeña la ciudad actualmente (por ejemplo el consumo de
electricidad o la generación de desechos) y los restantes 15 son cualitativos,
ya que evalúan las aspiraciones o ambiciones de la ciudad (por ejemplo el
compromiso para reducir el impacto en el medio ambiente debido al consumo de
energía o las normas ecológicas para proyectos de construcción pública.)
Los 8
factores que componen la clasificación final son: energía y emisiones de CO2, uso
de suelos y edificios, transporte, desechos, aguas, saneamiento, calidad
del aire y gobernanza medioambiental.
El GCI
pretende convertirse en un indicador que ayude a concienciar a las autoridades
municipales sobre las necesidades de desarrollar políticas sustentables,
explicaron los responsables del estudio. La herramienta permitirá a las
ciudades "aprender más de sus respectivas situaciones y fomentará el
intercambio sobre estrategias eficaces partiendo de una base objetiva",
dijo Pedro Miranda, ejecutivo de Siemens y director del estudio. También
facilitará la manera encontrar "soluciones de infraestructura integrales y
sostenibles".
Según
Leo Abruzzese, director global de la Unidad de Inteligencia de The Economist,
"El estudio demuestra que las ciudades que siguen un planteamiento
integral alcanzan resultados muy notables".
La
metodología del GCI fue empleada por primera vez con ciudades europeas hace un
año en otro estudio presentado por Siemens y The Economist con el apoyo de la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Banco Mundial (BM).
Aquella vez se hizo público el resultado en Copenhague dentro de la XV
Conferencia de las Partes de la ONU sobre el Cambio Climático (COP15) celebrada
en diciembre de 2009.
Curitiba, Brasil
Curitiba,
la ciudad que lleva la delantera en Latinoamérica en desarrollo verde, tiene
una historia de desarrollo de políticas públicas orientadas ello. Ya en los
años ’60, se comenzaron a resolver los problemas que traía el rápido
crecimiento urbano por medio de la expansión planificada, la creación de zonas
peatonales y la implementación de un sistema de transporte efectivo, rápido y
barato. El modelo BRT, “bus rapid transit” de Curitiba se ha convertido en un
ejemplo para otras ciudades.
Durante
la década de los ’80, con políticas de visión integradora, se crearon más áreas
verdes, se mejoró la gestión de residuos y el reciclado y las políticas de
sanidad. Desde 2009, la autoridad medioambiental de la ciudad ha puesto en
curso un estudio de la tasa de absorción de CO2 de las áreas verdes, y una
evaluación de las emisiones. Además, se trabaja por reubicar los asentamientos
informales, y el servicio de agua de la ciudad se ha extendido a la mayoría de
ellos.
Junto a
poseer las mejores políticas en las 8 categorías evaluadas, Curitiba registra 5
puntuaciones sobre el promedio, lo que la posiciona como la ciudad más verde de
América Latina.
Ciudad
es gente. Y donde hay gente, hay desafíos, necesidades, demandas, donde hay
gente, hay potencialidades, soluciones, respuestas. Ese es el modo curitibano
de ver la ciudad. Otra característica importante es la adopción de buenas
prácticas por parte de la población.
“Curitiba trabaja de forma determinada en la búsqueda de la sustentabilidad y comprueba que acciones locales pueden servir como instrumento de un gran proyecto de conservación de las diferentes formas de vida de todo el mundo” Luciano Ducci
Santiago,
Chile
Esta capital alcanzó una evaluación general que se encuentra en el promedio,
destacando como la única que obtuvo un “muy sobre el promedio” en materia de
transporte.
Un gran peso en esa evaluación lo
tiene la eficiencia del metro como transporte urbano de alta demanda. También
se consideró la expansión de la línea como un punto a favor y un ejemplo
a seguir en materia de políticas de transporte urbano. Los proyectos de expansión
de la L5 y la creación de la L6 favorecieron los factores de interconectividad
y cobertura. Además, se valoró el plan Transantiago, desde su inicio en
2007, como un intento por sistematizar un ámbito que antes funcionaba con una
gran cuota de desorganización.
Pero
por otro lado, Santiago cae en la evaluación de emisiones de CO2 y consumo
energético. Es una de las ciudades que más energía consume, en relación a la
producción económica: por cada 1.000 dólares de PIB que se produce,
consume 1.200 megajoules,
muy por encima del promedio, que alcanza lo 761 mj. Además, las políticas de
reducción de emisiones contaminantes son parciales y poco integradas con otras
iniciativas de mitigación de impacto ambiental.
Guadalajara
y Lima
Ambas
ciudades acumulan sus puntuaciones en el promedio o por debajo de él.
Guadalajara
presenta una tasa muy alta de consumo de agua, falta de monitoreo
medioambiental y políticas débiles, comparadas con las de otras ciudades.
También presenta altas emisiones de CO2, en relación al promedio, y una falta
de monitoreo regular de gases invernadero.
En
Lima, la mayoría de los indicadores se muestran bajo el promedio. Los mejores
valores de la ciudad se logran en las áreas de energía y CO2, y transporte,
debido a planes de reducción de la congestión vehicular y bajos consumos de
electricidad. Pero el desempeño más pobre es en usos del suelo y edificaciones,
debido a una pequeña porción de áreas verdes y una debilidad en las políticas
de eficiencia energética.
Fuentes:
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